BALADA Consultores está próxima a cumplir un siglo de vida, ha resistido guerras, crisis, bloqueos económicos, gobiernos de izquierda y de derecha, cambios tecnológicos, varias reformas tributarias profundas y, por qué no decirlo, también a la competencia.

¿Qué ha hecho tan sólida a esta empresa, cuyo patrimonio está conformado solo por capital humano? No tenemos una respuesta clara, nuestra historia no es la de un fundador, ni de su familia, más bien es la narración de la experiencia de personas que en los años de trabajo juntos, fueron uniéndose con un sentido de colaboración más allá de sus profesiones o de la condición social de cada una, integrándose como familia para construir una empresa que los enorgulleciera.

Nuestros Inicios

La primera puntada la dio don José Balada Soler, don Pepe, quién en 1936 decidió dejar su trabajo de contador en la Camisería Barcelona, para independizarse y formar su propia oficina de contabilidad. Hijo de inmigrantes catalanes, quienes llegaron a Chile escapando de los efectos de la Primera Guerra Mundial. Su padre, don Jacinto, era un virtuoso pianista, pero con su arte no logró ganar lo suficiente para la mantención de la familia, por lo que debió recurrir a su oficio de profesor y a las habilidades de comerciante minorista de su mujer, doña Dolores Soler, para lograr el sustento en una época de mucha escasez. Varias de las familias que contrataban sus clases de piano, aún son clientes de BALADA en su tercera o cuarta generación. 

Esta esforzada pareja  logró que sus tres hijos fueran profesionales, pero además les inculcaron el valor de la independencia, como garantía de seguridad y libertad económica.

Así empezamos, como una fuente de prosperidad para la familia Balada y trabajo digno para contadores que, por esos años, en un Chile pobre, eran los primeros técnicos con estudios en sus familias. Don Pepe tuvo la visión de mantenerse activo estudiando sistemáticamente la especialidad tributaria, lo que nos permitió aumentar la cantidad y calidad de nuestros clientes, pero no lo hizo solo, tuvimos la fortuna de que otras personas hicieran propio el desarrollo de la empresa. Ellas en su mayoría fueron contadoras, quienes además reconocieron en nosotros una empresa que valoraba sus condiciones profesionales, en una época temprana en que había pocos espacios laborales para las mujeres. 

Los primeros  años y algo de la vida del fundador (1936 a 1960), 

A los pocos años  de que don Pepe iniciara su actividad independiente, se desató la Segunda Guerra Mundial lo que  hizo que los ingresos se hicieran escurridizos, aunque nunca escaseó el trabajo, como ocurre hasta hoy. Las dificultades de ese momento histórico lo motivaron a emprender en el ámbito del transporte. Compró dos “micros” (buses urbanos), las inscribió en el recorrido “San Pablo”, se convirtió en empresario, llegó a tener 50 máquinas, con taller propio y un socio encargado de la operación. Terminó el negocio por conflictos con el socio quien sufría de delirium tremens.

La empresa de contabilidad continuó creciendo sistemática y silenciosamente. Habiendo iniciado actividades en una pequeña oficina en calle San Antonio, al poco tiempo se mudó a la calle Unión Central y terminó en la calle Nueva York, junto a la Bolsa de Comercio y al Club de la Unión, es decir, en el mejor barrio de negocios de aquélla época.

La época de oro, entre 1960 y 1980

En aquellos años no existía la computación, todo era manual, las jornadas eran largas y el trabajo extenuante, al punto de que en la época de cierre de balances el equipo dormía durante un mes en la oficina. Todo esto generó una mística que dio a BALADA una vida propia y convirtió al equipo en familia. 

En 1965, cuando éramos uno de los principales estudios contables del país, don Pepe contrajo matrimonio con quien fue una de nuestras más leales y esmeradas colaboradoras, doña María Violeta Valero Garrido, la “señora Violeta”. Ella destacaba por su tesón inquebrantable, BALADA fue su primer y único trabajo, ingresó como aprendiz en 1947, llegó a estar a cargo de toda la oficina y se retiró cuando nació el primero de sus tres hijos, acordando con su marido que ella lo apoyaría  desde la formación de la familia. 

Su padre, Don Juan Valero era un hombre muy trabajador, artista, diseñador de vitrales, quien junto a su familia también conoció la pobreza, en el periodo de la Segunda Guerra Mundial, cuando se acabaron los encargos, debió refugiarse en su oficio de vidriero y para poder subsistir arregló ventanas de ambulancias, hospitales y similares. Nuestro sello de prolijidad, rigurosidad profesional y dedicación al trabajo, que la señora  Violeta primero aportó a la empresa y luego inculcó a sus hijos, es el importante legado que recibimos de don Juan.

A principios de los 70, don Pepe sumó al oficio de contador, su don de empresario visionario, siendo pionero en el desarrollo de la computación aplicada a los procesos contables y administrativos. BALADA contrató ingenieros, analistas de sistemas, importó computadores e impresoras, para ofrecer servicios de procesamiento de datos a sus clientes. Nos cambiamos a tres pisos de un edificio en la calle París 720. 

El éxito lo llevó a dejar la línea de la auditoría para centrarse en apoyar la automatización administrativa y la gestión económica de las empresas que atendía, sin abandonar las contabilidades y el asesoramiento tributario. Esto, nos llevó a tener más de 70 profesionales contratados, acceder a prestar servicios a instituciones financieras, empresas con cotización bursátil y entidades públicas. Experimentamos un crecimiento exponencial. En esta ocasión fue el espíritu empresarial, sumado a nuestros colaboradores, lo que nos permitió sortear sin carencias la crisis política, económica y social de esos años, una de las peores por las cuales ha atravesado nuestro país.

Los tiempos difíciles y la entrada de la segunda generación, desde 1980 al año 2000.

Toda historia tiene momentos difíciles y los nuestros empezaron en 1982. Estábamos en proceso de importar un computador, para atender la demanda creciente de servicios computacionales que estábamos enfrentando, cuando se desató la crisis económica que generó la quiebra de gran parte de la industria local, del sistema financiero y disparó el valor del dólar. Nosotros estábamos endeudados en esa moneda. Para enfrentar esta difícil situación tuvimos que jibarizar la unidad de computación, para luego, absorberla desde el área de contabilidad, se  redujeron los sueldos y el endeudamiento empezó a crecer.

Enfrentamos la década del 90 empequeñecidos, empobrecidos; pero económicamente equilibrados. En esos años Don Pepe bordeaba los 75 años, mostraba una vitalidad que ocultaba su edad y que también escondió por años la enfermedad de Alzheimer, que fue como una bacteria que carcomió la empresa  de manera invisible, haciéndonos perder  sistemáticamente nuestros principales clientes, a pesar de los esfuerzos por retenerlos,  todo ello sin entender por qué.  

Nos enteramos en 1992, por uno de nuestros clientes antiguos – de  aquellos que atendemos por generaciones -, que nuestro líder mostraba comportamientos erráticos en las reuniones y perdía el hilo de las conversaciones. La información la recibió doña Ursula Trejo, la “señora Úrsula”, contemporánea de la “señora Violeta”, para ella BALADA también  fue su único trabajo, llegando a ser socia de la empresa gracias a su don especial para el trato a las personas y tramitar asuntos en Impuestos Internos; además de tener una lealtad invaluable, entregó más de 50 años de su vida a nuestra empresa.

En ese momento nuestra situación económica era crítica, adeudábamos imposiciones, sueldos, impuestos y había mucho trabajo por hacer el cual ya había sido cobrado a los clientes, que era lo peor. Nos habíamos acostumbrado al agobio económico, al punto de no percibir que la empresa estaba acéfala en los hechos, pero el llamado del cliente alertó a la señora Úrsula, quien contactó al hijo mayor de don Pepe, José Ignacio Balada Valero, y le solicitó una reunión urgente, para contarle la situación.

José Ignacio, estaba recién titulado de ingeniero comercial, pero había trabajado desde los 16 años en la empresa, al inicio como auxiliar sirviendo café, repartiendo correspondencia y en los años de la crisis económica lideró la reestructuración financiera de la compañía, renegociando las deudas, actualizando los servicios y modernizando los equipos. Se retiró para terminar su carrera y adquirir experiencia en otras compañías.

Entendiendo la gravedad del estado de salud de su padre y lo delicada de la situación financiera de la empresa, pero conscientes de que no era consecuencia del deterioro del negocio, sino que de la pérdida de capacidades del líder, la familia adoptó el acuerdo de encargar el posible reflotamiento de la compañía a José Ignacio, con el compromiso de mantener los flujos necesarios para mantener sus requerimientos económicos durante la vida del fundador, a cambio de que la propiedad de la empresa quedara en su beneficio.

Así, intempestivamente, se produjo el cambio de liderazgo en el mes de marzo de 1992, en un momento en que la compañía estaba en una situación de total insolvencia y con una deuda con los clientes, en trabajo cobrado y sin hacer, que superaba los pasivos financieros.  Esta última tenía que servirse antes del 30 de abril de ese año, con el cierre anual de todas las contabilidades y la presentación de todas las declaraciones de impuestos.

Todo lo descrito obligó al nuevo líder a focalizarse en los trabajos pendientes, motivando a los equipos de profesionales para trabajar de lunes a domingo, largas jornadas diarias, por un compromiso con una empresa agónica. El final de la historia es que se presentaron todas las declaraciones de impuestos, varias de ellas hechas dentro del banco, después del horario de cierre, donde terminamos nuestro trabajo (no había web del SII, ni pagos online). Seguía vivo ese espíritu de familia de los orígenes, fueron todas esas personas las que hicieron posible que BALADA superara la peor crisis económica, operacional y de liderazgo de su historia, sin saber siquiera si podrían cobrar sus sueldos.

Un nuevo aire, desde el 2000 hasta el 2014

Aunque suene a fantasía, el año 2000 pagamos la última deuda vencida, lo que nos dio fuerza para cambiarnos a una oficina en Avenida Providencia. Fue el inicio de la recuperación de la posición de mercado que siempre habíamos tenido. 

Con el cambio de milenio se inició la modernización del Estado, empezaron las declaraciones juradas, los cruces computacionales del SII y las reformas tributarias, que cada vez venían con nuevas y más complejas normas de control, además de mayores penalizaciones. Todo esto, generó un cambio profundo en nuestro quehacer, lo que se tradujo en la necesidad de reforzar el análisis legal por sobre el contable, para lo cual BALADA contrató a su primer abogada de planta y entró de lleno en el mercado de la consultoría tributaria. 

Estos años fueron de mucha bonanza, aumentamos la planta de profesionales y llegó el florecimiento de las reorganizaciones patrimoniales. De la mano de don Alejandro Dumay Peña, en esa época gerente tributario de la CMPC, hoy nuestro “Counselor” en materia tributaria, imprimimos el sello de orientación a la solución y empatía con el cliente que aún nos destaca en nuestras recomendaciones en materia sucesoria y corporativa.

En el año 2005 viajamos a Suiza a conocer el mundo de los Trust, las fundaciones y la estructuración patrimonial diversificando el riesgo jurisdiccional. Entramos a una nueva industria, desconocida en Chile, que nos forzó a ampliar internacionalmente nuestro espectro de  servicios, incorporamos clientes extranjeros y tomamos el liderazgo en el asesoramiento a inversionistas que necesitaban usar estructuras de otras jurisdicciones  para sus inversiones. 

La gran Reforma Tributaria de Bachelet marcó los años del 2014 al 2018

Así, entramos a la segunda década del nuevo milenio como una consultora tributaria líder, con el aval de nuestra experiencia internacional, y un equipo de profesionales altamente especializado. Nos tocó enfrentar la gran reforma tributaria del 2014, más las dos complementarias posteriores, que entraron en plena vigencia el 2017. Estas cambiaron radicalmente las prioridades de nuestros servicios y  los requerimientos de los clientes, porque, por un lado, el aumento significativo de las tasas impositivas elevó a nivel estratégico la planificación tributaria en los negocios y, por otro, la pérdida de grados de libertad por la nueva norma antielusión incorporó los impuestos a los planes de largo plazo de las empresas. Corresponde en este punto agradecer el apoyo de don Hugo Daudet Proust, Q.E.P.D, quien nos orientó con su experiencia jurídico tributaria en un periodo de mucho cambio. 

Estallido Social y pandemia, corolario del cambio.

Lo inesperado de estos eventos, generó efectos relevantes en nuestros servicios y en nuestra forma de trabajo. Reaccionamos vigorizando con éxito nuestras unidades de M&A, asesoría legal corporativa, servicios de contabilidad, gestión empresarial y en forma especial el área tributaria, para mantener nuestro liderazgo.

Así, en los últimos tiempos, se nos ha visto aprovechando oportunidades, reaccionando a las nuevas reformas tributarias, implementando los cambios de criterio del SII, enfrentando la pandemia y el estallido social, entre otras situaciones que nos han afectado a todos. 
Todo esto también motivó un proceso interno en BALADA, en el cual hemos venido trabajando ardua, prioritaria e incansablemente por casi 10 años, preparándonos para enfrentar el cambio de las estructuras geopolíticas, sociales y económicas que se están revelando en este mundo que nos sorprende. Hemos estado activando toda nuestra forma de ser, revisándola y complementándola. La modernizamos, nos fortalecimos y ahora estamos listos para apoyar e impulsar una nueva visión de “Empresa” y “Empresarios” en nuestros clientes, una visión comprometida con la Sostenibilidad, pero desde una perspectiva real y tangible, aquella que se condice con nuestra tradición de amor y pasión por lo que hacemos.